Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Salvador nuestro. — Romanos 8:38-39
Jesús es la expresión tangible del amor de Dios en la misma manera que Él es la representación exacta de todo lo que es verdadero de Dios mismo.
El amor es una parte inseparable de todo lo que Él es.
Quienquiera que le dé la bienvenida a Su Hijo recibe Su amor.
Así que si alguna vez esta pregunta surge en tu corazón:
“¿Puede Dios amarme y quiere relacionarse conmigo (todavía) después de lo que hice?”, formúlate otra pregunta: “¿Le doy yo la bienvenida a Jesús en mi corazón (todavía)?”
Ambas preguntas tienen la misma respuesta.
El amor de Dios da, se extiende y activamente se nos ofrece a ti y a mí.
A cambio, nuestro amor debe recibir, abrazar y aceptar activamente Su amor. Él inicia; nosotros respondemos. Él ama; nosotros recibimos ese amor. Esto puede parecer un asunto de poca importancia pero es una de las verdades más significativas que aprenderás.
Esto explica por qué debemos recibir intencionalmente a Jesucristo en nuestro corazón y darle la bienvenida a nuestra vida.
Hoy...Se por lo tanto que nada ni nadie me puede separar de ese amor.
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